Después de la cena, llama para ver si sigue en pie.
– Por supuesto que sí. Tengo una pregunta que hacerle. A mi mujer le gustaría estar allí. Quiere verme hacer el amor. Además, quiero saber si tienes alguna preferencia por mi atuendo. ¿Cómo quieres que te reciba?
– Quiero que tu esposa esté allí. Puede participar si quiere. Tú, quiero que estés desnudo como un gusano para recibirme.
– Muy bien Daniel, estaré desnudo para darte la bienvenida. Te estaré esperando. No te demores demasiado.
– No tengas miedo, no puedo esperar a disfrutar de ti mi perra.
Me desnudo y me quedo sólo con la camisola, luego me perfumo mientras Hélène hace sus necesidades. Me admira y me recomienda que sea una buena amante para Daniel, a quien quiere conocer. A ella tampoco le importaría ser tomada por él, y el consolador que he preparado para ella probablemente no sería muy útil. Se queda en tanga y sujetador bajo el albornoz.
Cuando por fin suena el timbre, compruebo que es Daniel, me descalzo y, muy emocionada, voy a abrirle la puertecita del jardín.
Entra, me mira atentamente y dice:
– No estás mal, mira, ya estoy duro.
Tu vientre afeitado sin polla visible ya me está excitando.
Mientras decía esto, tomó mi mano y la puso sobre su pantalón. Está erecto, yo también lo quiero pero no es posible. Mientras me pone la mano en el culo, me empuja hacia la casa. Helene nos recibe, se presenta y pregunta si puede ofrecerle algo.
– Sí, él», dice, señalándome a mí. Nos muestra una prueba de su salud, que sólo tiene una semana, y nos dice que es muy cuidadoso, que podemos confiar en él.
– Sin dudarlo, digo que estoy de acuerdo. Lo quiero demasiado.
– Entonces, desvísteme.
Primero su camisa. Le desabrocho los botones, tiro de la camisa a un lado, le acaricio el pecho, le desnudo los hombros y le quito la prenda.
Arrodillada ahora frente a él, acaricio el bulto de sus pantalones, luego desabrocho el cinturón, deslizo la cremallera y bajo la prenda.
Lleva un tanga negro. Le acaricio las nalgas y luego le bajo el tanga para que su magnífica polla se alce orgullosa ante mi cara. Continúo bajando su tanga mientras lamo su sexo. Cuando está tan desnudo como yo, desplazo su glande, haciéndole cosquillas con la lengua antes de tragar su sexo al llegar al fondo de mi garganta. Busco la mirada de Hélène. Me mira fijamente, con los ojos muy abiertos, la bata abierta, los muslos abiertos y la mano derecha agitándose bajo el tanga.
– Eres hermosa, mi puta», dice, «haz que se corra».
Le sujeto por las nalgas, deslizo un dedo en su ano y no suelto su sexo. De repente, su ritmo se acelera, me dice que va a explotar. Mantengo mi agarre y de repente se vacía en mi boca. Su licor caliente tiene un sabor ligeramente salado. Abro la boca para mostrarle a mi mujer lo que me está pasando.
– Trágatelo todo, me ordena.
Cierro la boca y bebo el semen de Daniel. Se ha introducido el consolador en su coño y se corre intensamente mientras yo termino de acicalar la polla de mi amante con mi boca.
Abrimos una botella de champán y la bebemos mientras recuperamos fuerzas. Acaricio el vientre de Daniel para ayudarle a recuperar fuerzas. Quiero que se le ponga dura, quiero que me folle.
Se vuelve hacia Hélène, tan desnuda como nosotros.
– ¿Le enseñaste a hacer mamadas?
– Sí, lo hice.
– Bravo, lo hace tan bien como una transexual brasileña.
– Ahora verás si es tan bueno con el culo. Si quieres, puedo lubricarlo ahora.
– Sí, hazlo.
Cuando esté lista, tengo que tumbarme de espaldas y adoptar la posición de piernas arriba, con los muslos separados. Se acomoda y guía su glande hasta mi agujero, luego, lentamente al principio y con un ritmo creciente, se abre paso y me folla. Siento su vientre contra mis nalgas. Me estoy volviendo loca… sentir su sexo deslizándose en mi culo es un placer. Me esfuerzo por apretar mi esfínter y aumentar su placer. Grito mi alegría para que lo oiga mi mujer y no puedo más, me pongo de codos, le agarro la cabeza por el cuello y le doy un beso completo en la boca. No se lo puede creer, se retira y me llama puta, perra, y luego se corre en mi culo. Se acuesta agotado mientras yo me levanto para lavarme. El semen gotea de mi culo, baja por mis muslos y ya estoy deseando volver a hacerlo.
Cuando vuelvo, me he quitado la camisola y mi sexo es recto. Hélène le pregunta a Daniel si puede traer a uno o dos amigos la próxima vez. Le gustaría que fuera partouzer frente a ella para que vea hasta dónde puedo llegar en el vicio. Sé que llegaré hasta donde el placer pueda llevarme.
– Tengo un buen amigo que puede venir conmigo a sacarte el pitillo, si quieres.
– Oh sí, quiero ver eso. ¿Tienes alguna preferencia por su atuendo?
– Sí, como voy a estar con un novio, quiero que parezca una puta.
– Se hará.
Mientras estaba tumbado de espaldas, cogí una toallita para hacer su aseo íntimo y luego me senté de pies a cabeza sobre él y tomé su sexo en mi boca. Pronto se le puso dura de nuevo y, a su vez, me agarró la polla, me descerrajó el glande y la engulló mientras me separaba las nalgas con ambas manos. Mi mujer, aún desnuda, se arrodilla junto a él y le entrega el consolador, ordenándole:
– Métesela por el culo a la perra.
Daniel agarra el objeto y lo hace penetrar al máximo. Defecando y chupando, me corro sin freno.
Me retiro a descansar y es ella quien se acerca a él. Ella engulle su sexo y lo bombea para devolverle la fuerza. Luego se empala, se recuesta sobre su pecho y lo besa por completo en los labios. Es como si buscara el licor que dejé en su boca. Se encabrita, se tensa. Sé que se va a correr. Gime de placer y luego se dirige a mí y me dice: ¿Has visto a mi zorra? No sólo eres un homosexual sino también un cornudo… y esto es sólo el principio.